Buenas conversaciones

Rubén Sola Gil

¿Quieres tener buenas conversaciones con tu gente? Nuestras barajas pueden ayudarte.

Buenas conversaciones a domicilio es un buen eslogan. Sería aún mejor si supiera qué es una buena conversación. Escribo esto para intentar descubrirlo.

Antes de empezar este texto, tenía una definición en mente:

Las buenas conversaciones son aquellas que cubren las áreas más importantes de nuestra vida.

Pero que una conversación sea importante no es suficiente para que sea buena. Creo que lo que hace buena una conversación son las ideas que descubres e intercambias en ella.

Y si tener buenas conversaciones se reduce a descubrir e intercambiar ideas, la pregunta con la que empecé este texto no es la correcta.

En vez de preguntar ¿qué es una buena conversación? Debería haber preguntado ¿cómo podemos descubrir ideas conversando? La respuesta a la primera pregunta es más abstracta y probablemente menos útil de leer. La segunda es más directa y aplicable.

Para descubrir e intercambiar ideas, debemos empezar con una pregunta. O al menos con una idea de incite a ser respondida. Verbalizar las ideas en voz alta hace que pasen de privadas a vulnerables. Este es el primer paso para que puedan ser puestas a prueba.

No hace falta que la idea con la que empieces esté totalmente formada. De hecho, es útil que la primera pregunta sea general para que condicione lo menos posible todas las ideas que surgen de ella. Tampoco que sea tan abierta que sea imposible predecir donde te llevará. En todo caso, es necesario que existan varias, pero no infinitas respuestas posibles.

¿Sobre qué debería ser la pregunta? Idealmente sobre algún tema que sea genuinamente importante para ti. Descubrir ideas requiere de un esfuerzo que no podrás sostener en el tiempo si de verdad no te importa dicha pregunta.

Y si tener interés por una idea es el primer criterio para empezar una buena conversación, tienes más probabilidades de tener buenas conversaciones si te interesan muchas cosas.

Las preguntas que genuinamente te interesan suelen surgir de forma natural; en la ducha, mientras conduces, o cuando conoces a alguien por primera vez.

Lo que no surge de forma natural son las buenas conversaciones. Todas las preocupaciones que giran en torno a estas nos empujan hacia la procrastinación por no encontrar el momento “ideal” en el que tenerlas.

Y con la procrastinación, creamos más espacio con el que alimentar la incertidumbre;

¿Cómo debería empezar? ¿Estará la otra persona dispuesta? ¿Qué responderé a lo que esa persona diga? ¿Sacaré algo bueno de ella o me dejará en peor lugar? 

Si un tema o una pregunta te despierta dudas como las anteriores, apostaría que has encontrado algo importante para ti. Relevancia e incomodidad suelen ir de la mano.

Romper esta barrera requiere de un esfuerzo dirigido a superarla. No se puede saltar, sin querer, una valla de tal dimensión.

Una de las formas de superar esta barrera es creando espacio disponible para tener buenas conversaciones. Si no estás dispuesto a que una conversación sea larga, difícilmente será buena.

Gran parte de las conclusiones más interesantes aparecen avanzada la conversación. Empezamos diciendo lo que ya sabemos y escuchando lo que la otra persona ya sabe. No es hasta que esas dos partes interactúan que empiezan a surgir nuevas ideas.

Descubrir nuevas ideas puede tambalear las ya existentes. Esto puede dar mucho miedo. Más aún si tu identidad depende de ellas.

Algo que puede ayudarte con este miedo es intercambiar ideas con personas que consideres interesantes. Perseguir ideas más interesantes hará que el miedo a las tuyas tenga un premio del mismo tamaño o mayor. En el proceso, corres el peligro de desechar tus ideas por considerarlas menos valiosas que las de la otra persona que admiras, pero tu probabilidad de exponerte aumentará porque la balanza “riesgo vs premio” estará algo más equilibrada que si persiguieras ideas no tan interesantes para ti.

Otra posibilidad es que la pregunta que te venga a la cabeza ya venga con una persona específica a la que hacérsela.

Estas son las preguntas más complicadas. En parte porque, al conocer a la otra persona, tenemos la sensación de que sabemos lo que responderá y el factor “premio” no pesa tanto.

Lo que infravaloramos en estas situaciones es el riesgo de no tener esas conversaciones. ¿Cuáles son las consecuencias de la inacción? Damos por hecho que, al no hacer nada, no recibiremos ningún premio, pero tampoco habrá una contrapartida negativa. Esto no es del todo cierto.

Tener presente lo que estás en riesgo de perder al no tener estas conversaciones puede ayudarte a moverte hacia aquellas cosas que consideras valiosas, o al menos a que el problema no te pille por sorpresa dentro de unos años.

Por último, lo que ha pasado mientras escribía en este texto también puede ocurrir en una buena conversación. Empiezas buscando respuesta a una pregunta y en el proceso te das cuenta de que no es la pregunta correcta. No pasa nada. Eso también es un descubrimiento. Si eso te ocurre, habrás tenido una buena conversación.

 

Gracias a Javi Hernández, a Seilor y a mis viejos por leer borradores de este texto.

Si has llegado hasta aquí, me encantaría que me contaras lo que te ha parecido este ensayo. ¿En qué estás de acuerdo y en qué no? Puedes escribirme a somosbarullo@outlook.com y contarme todo lo que te nazca. Estoy abierto a discutir cualquier idea.

 

Notas:

  • No he mencionado prácticamente nada sobre las “formas” de una buena conversación. Cuando hace tiempo le pregunté a Darío Benítez qué haría para ayudar a que las personas tuvieran mejores conversaciones me dijo: “Las personas no saben hablar si no tienen de qué hablar”. Intentar construir una conversación desde la forma, sin el contenido, es empezar a construir la casa por el tejado. 

 

  • Probablemente vuelva a este texto dentro de un tiempo y toque cosas. Anotaré los cambios en este apartado para no esconder el texto original y que pueda verse el desarrollo de las ideas.

 

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